Una película que nos lleva a reflexionar sobre el amor, el desamor, la homosexualidad descubierta de forma tardía, ser padre, ser marido, ser hijo, ser amiga, ser cuidadora, ...
Charlie dejó a su mujer y a su hija por un hombre, Alan. Su mujer nunca lo superó y no dejó que Charlie tuviera contacto con su hija. Su hija lo culpa de haberla abandonado. Y además Charlie tuvo que lidiar con la muerte de Alan derivada de una depresión por su paso por la Iglesia en su niñez y juventud que le provocó trastornos en su personalidad. Y su refugio fue la comida.
El personaje de Liz, la enfermera de Charlie, también es uno de los grandes pilares de la película. Liz es la hermana adoptiva de Alan, al que tuvo que ver morir envuelto en depresión y extrema delgadez. Y ahora debe cuidar a Charlie con su obesidad. Fantástico este personaje.
Charlie siente que debe acercarse a su hija antes de morir y asegurarse de que será feliz y tendrá todo lo que necesite. Ese acercamiento no será nada sencillo. Su hija también sufre: es solitaria y rechaza todo contacto y calor humano. Está enfadada con todos. Su madre cree firmemente que es mala.
A través del personaje de Thomas, un chico misionero que viene de la organización Nueva Vida y que supuestamente quiere ayudar a Charlie a encontrar a Dios y así su salvación, el peligroso mundo de la religión y sus consecuencias.
Así que Charlie en esos últimos días de vida tratará de perdonarse y conseguir que los que le rodean también le perdonen.
Una película triste pero con un halo de esperanza.
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