Javier es profesor de refuerzo en un colegio de monjas. Su trabajo le permite tener ingresos y a la vez tiempo libre para dedicarlo a la lectura y a su novia Sandra. Una vida normal, tranquila, dentro de los cánones. Irene es empresaria en la fábrica que con tanto esfuerzo sacó su padre adelante. Un padre que también la sacó adelante a ella cuando su madre murió. Casada con un abogado que también trabaja en la fábrica. Una vida normal, tranquila, dentro de los cánones. Todo esto se va a romper.
Hombres desnudos es un ensayo sobre las metamorfosis. A través de los personajes vamos a ir viendo como el paro transforma a Javier, la visión que tienen los demás sobre él y la que él tiene sobre sí mismo. El abandono del marido también cambia a Irene. Es otra mujer. También la caída de la fábrica. Lo que con tanto esfuerzo levantó su padre y ella no está sabiendo defender.
Dos vidas. Diferentes. Aunque paralelas. Dos mundos que jamás deberían haberse unido. Se unen. Elementos externos, ángeles o demonios conseguirán que Javier e Irene converjan. Esos ángeles o demonios, Iván y Genoveva, también vienen de mundos diferentes pero con un mismo leitmotiv les ha movido: siempre a su bola.
Cuatro vidas antagónicas que se cruzan. Somos testigos de esa mezcla en un tubo de ensayo. Mezcla cada vez más peligrosa, más violenta. Cada uno experimentando o viviendo según sus principios, sus enseñanzas, sus estudios teóricos o vitales. Algunos muriendo y otros renaciendo. Dejando atrás su vida, lo que hasta ahora había sido su vida, sus pensamientos, lo que moralmente habían construido. Otros afianzándose en su forma de vida y enseñanzas.
Y la mezcla cada vez es más tensa y efervescente. Porque están saliendo y dejando atrás muchas cosas. Y, nosotros, como espectadores, observamos hasta que... todo se rompe. Y entonces, ¿quién es mejor? ¿Quién está más preparado?
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