El juicio del asesino de Johana Márquez le pilla a la inspectora Amaia Salazar en la recta final de su embarazo. A punto de comenzar la vista, Amaia es requerida en los baños del juzgado. Jason Medina se ha suicidado y le ha dejado a la inspectora una nota con una única palabra: Tarttalo. Cuando Amaia se reincorpora tras su baja, su primer caso serán las profanaciones de la iglesia de Arizkun, un pequeño pueblo del Baztán, de donde es Amaia. Así que ella y su familia se trasladarán a la casa de su tía en Elizondo para realizar la investigación de un caso que se convertirá en mucho más personal de lo que Amaia creía en un principio.
Me ha encantado. Me ha atrapado aún más que la primera parte de esta trilogía, El guardián invisible, que ya es decir. Una trama que se va tejiendo alrededor de Amaia, la protagonista, y que hace que no puedas dejar de leer.
El personaje de Amaia también me ha gustado más, ha cambiado. Sus problemas para conseguir compatibilizar su trabajo, exigente, su labor como esposa y madre, están muy bien tratados y explicados.
También el resto de sus compañeros, vamos conociéndoles un poco más, a medida que tienen que enfrentarse a los giros de lo que en un principio parecen dos casos pero que acaban uniéndose.
De nuevo el valle de Baztán y su historia están muy presentes en Legado en los huesos. Dolores Redondo nos introduce muy bien en sus calles, en sus bosques, en su mitología.
Así que, esperando ansiosa la siguiente novela para seguir descubriendo más de Amaia y de Baztán.
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