Aquella mañana de domingo de septiembre parecía tranquila hasta que una llamada de teléfono arrastra a Ramiro, inspector del grupo de homicidios de Valladolid, al Anatómico Forense. Han encontrado a una joven muerta, previsiblemente asesinada, en el parque Ribera de Castilla. La vida de Ramiro entrará en una pesadilla de la que le será difícil despertar. La búsqueda del asesino, un sociópata narcisista, y la llegada de Carapocha, un psicólogo criminalista, dejarán huella, para siempre, en la vida de Ramiro.
Cuando empiezas a leer Memento mori, sabes, desde la primera página, que te va a atrapar. La muerte de una mujer, asesinada, contada en primera persona, es un síntoma de que con esta historia se va en serio.
A medida que vamos avanzando vamos conociendo y entrando en la mente de Augusto Ledesma, un sociópata con el que no me gustaría encontrarme. Un tipo extraño, muy culto, al que le gusta mucho la música, la cuál va seleccionando en cada momento, en cada asesinato. La importancia de la música en la novela de César Pérez Gellida es notoria y relevante. De hecho, en su web, tenemos disponible la banda sonora de Memento mori.
Hay escenas y pasajes en los que he pasado auténtico miedo. Sin poder apartar los ojos de las letras para saber qué iba a ocurrir. Hacia el final, empiezas a adivinar un poco lo que va a pasar, pero no me ha molestado, sigues leyendo con avidez.
Como dato curioso, la novela está ambientada en Valladolid, ciudad natal del autor. Y como una es de Valladolid, ha sido interesante reconocer los rincones por los que iban pasando los personajes. Ese Jero y sus tapas y esa c/ Santo Domingo de Guzmán que tanto me gusta.
Si os apetece leer una novela negra, Memento mori es una buena elección, muy cuidada y absorbente de principio a fin.
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