Blackout

15 de agosto. Bolonia. Apenas hay gente en la ciudad. Las altas temperaturas aconsejan emigrar a otros lugares donde poder refrescarse, por ejmplo, con baños en el mar. Aún así, siempre hay gente que no puede marcharse. Tal es el caso de Aldo Ferro, Tomás y Claudia. Bueno, Tomás está a punto de irse a Parma y de allí a Amsterdam con Francesca. Aldo está en la playa, visita la ciudad para recoger unas cosas en su piso de soltero, del que no se ha desprendido y que mantiene en secreto. Y Claudia, sí, no tiene vacaciones y está trabajando. Los tres coinciden en el ascensor de su bloque camino de casa. Cada cuál ensimismado en sus pensamientos. Un poco fastidiados por tener que compartir esos segundos en el ascensor. Pero si casi no hay nadie en la ciudad y en su edificio, ¿cómo es posible que se junten los tres? ¡Qué casualidad! Casualidad que no pasará desapercibida.

De Blackout es mejor no conocer casi nada. Adentrarse en su lectura sin sabeer.

Los primeros capítulos son una presentación de los tres personajes, Aldo, Tomás y Claudia. Con el primero, Aldo, el autor pone toda la carne en el asador. Aldo Ferro es tan condenadamente abominable y despreciable, que o bien, dejas de leer o bien sigues adelante con mayor fruición. Eso sí, con Tomás y Claudia, el ritmo baja, no son personajes tan atrayentes. Había que compensar.

Lo que el libro cuenta es una de mis pesadillas, así que quizá por eso, lo he leído con bastante angustia, sin leer entre líneas y sin ver previamnte. Final que es prácticamente desvelado antes de llegar al final. Pero no importa, porque no queda ya mucho para terminar la historia, ni el libro se hace pesado en ningún momento.

Y sí, al final tiene su moraleja y su parte de reflexión. Que se lo lea alguien más de vuestro entorno para luego opinar.